
Comenzábamos con esta prueba la temporada de maratonas del 2011, después de las experiencias "sufridas" en la Trofa (extrema) y Povoa de Varzim entre otras, ahora le tocaba el turno a los 70 kilómetros de Esposende lo que suponía un auténtico bautismo de sangre y polvo para Dani, Silvia y Blanca.
Las mochilas iban cargadas de geles, barritas y demás para evitar las temidas "ghaviolas" aunque por muchas precauciones que tomáramos nunca se estaba a salvo del desfallecimiento y este podía aparecer en cualquier momento. Recorrer el paseo marítimo de Esposende y ver casi a 2000 ciclistas preparados para tomar la salida fue de las cosas más impactantes del día. Los de la maratona extrema habían salido antes, 110 kilómetros y un GPS para guiarse era todo lo que tenían, una aventura en toda regla. Los demás nos agolpábamos en la salida dispuestos a encarar los 35 ó 70 kilómetros de los que constaba cada una de las pruebas. La salida fue lenta debido a la gran cantidad de gente y los primeros kilómetros transcurrieron por carretera ancha y llana desde donde se podía ver con claridad la gran serpiente multicolor que formábamos. En cuanto la carretera comenzó a empinarse las inapelables leyes de la física se hicieron patentes y muchos comenzaron a sufrir y a quedar atrás, el ruido de los cambios era constante (Casa, ahora no rugían sólo sonaban y pedían ayuda) y la búsqueda de un desarrollo amigo se hacía imprescindible. Fue precisamente durante esta subida donde se separaban ambas marchas, los de 35 de frente, los de 70 a la izquierda por la primera pista de monte.
A partir de aquí el 80% del camino era por monte y el resto por pavés o carretera. Sin tener en cuenta la dureza de hacer 70 kilómetros de Mountain Bike podemos decir que la marcha no fue excesivamente dura aunque no faltaron los tramos de subida que nos pusieron el corazón a cien por hora, además el sol y el polvo hicieron del día una sucesión continua de calor y sudor que arrastramos durante toda la jornada. El recorrido era de una gran belleza y con lo que más disfrutábamos era con los estrechos senderos de una bici con continuas curvas y zig zags paralelos al río que nos hacían gozar de todo esto al máximo. Por poner algún pero a la maratona podríamos decir que los avituallamientos lejos de estar mal no eran los de otras veces, al menos la variedad no era la misma aunque los bollitos rellenos de membrillo no estaban nada mal y sino que le pregunten a Dani que demostró que le gustaban casi tanto como a mi la lasaña. Una de las subidas más duras se encontraba precisamente después de uno de los avituallamientos pero La Banda al completo demostró que está muy en forma y pedal a pedal fue subida con fuerza y decisión.

Al principio los kilómetros remoloneaban y tardaban en llegar pero a partir del 30 y ya bien acoplados y adaptados a las circunstancias empezaban a caer con bastante facilidad aunque siempre mantuvimos la misma filosofía del principio y no nos dejamos llevar por el exceso de confianza. A la cabeza de La Banda nos íbamos alternando y era cuando las chicas se ponían al frente cuando íbamos más rápido. Los tirones de Blanca eran espectaculares y rodaba a unos ritmos que en muchas ocasiones rozaban el mal gusto. Las subidas de Silvia obligaban a muchos de los participantes a apartarse y dejarnos pasar enterrando así muchos egos masculinos que todavía se estan recuperando de tal afrenta.
Como curiosidad decir que uno de los avituallamientos líquidos fue en el mismo sitio donde hicimos el avituallamiento de la marcha de Trilhos dos muinhos y donde el cheri tuvo su particular duelo con un eucalipto que casualmente pasaba POLA DEREITA.
En resumen la maratona fue todo un espectáculo de puro Mountain Bike que como siempre nos dejó un gran sabor de boca. Especial mención a Silvia y Blanca que se han demostrado a ellas mismas que pueden hacer lo que se propongan encima de una bici. Desde aquí mi enhorabuena a todos y espero que pronto podamos disfrutar de nuevo de otra garn maratona portuguesa.